sábado, 21 de agosto de 2010

Clases de Artes

Esta no es una historia de mis animales y cosas locas.
Es otra cosa loca que me pasó, pero fue locamente espectacular.

Resulta que por diversos motivos que no vale la pena mencionar ahora, al enterarse de que me gustaba pintar, la Tía Tere, la profesora de mi hijita Emilia  me preguntó si estaría dispuesta a hacer una clase de pintura a los niños.
La respuesta absoluta fue que evidentemente estaría feliz de hacer algo así.
Lo que no sabía la Tía Tere, es que uno de mis deseos no cumplidos era haber hecho una clase a pequeñitos pre-escolares. Siempre me pregunté qué hubiera sido de mi vida si hubiera estudiado Educadora de Párvulos.

Bueno, la historia es que efectivamente llegué el día viernes como me habían citado, con alguna indumentaria como pinturas que he hecho algunos pinceles y cosas que creí que iba a necesitar.
Fue maravillosa la sensación cuando me asomo a la sala para que supieran de mi llegada y veo a la Tía Tere hablándoles a los pequeños, todos ordenaditos sentados en semicírculo frente a los caballetes de pintura, recibiendo instrucciones. Sus caritas eran espectantes. Me sentí tan importante, me esperaban, como si yo fuera una personalidad, la personificación de uno de sus personajes preferidos de Discovery Kids o casi la llegada del viejo pascuero.
Emilia no disimulaba su orgullo, no se contenía, su mamá iba a hacer una clase de Artes.
Los saludé, sus caritas eran de espectación. Me hablaban con tanta ansiedad, me querían contar que ellos serían pintores, se atropellaban para darme sus impresiones, lo que sabían, los colores que conocían, las mezclas.
Les hablé de la naturaleza muerta, ¿por qué está muerta tía? me preguntaban.
Se reían, estaban viviendo un momento feliz.
Lo que ellos no saben es que yo era mucho más feliz.
Les mostré el modelo de naturaleza muerta, un bodegón. Las Tías Tere y Paty les hicieron cerrar lo ojitos para darle suspenso al momento.
Era sólo una botella , un vaso y un par de frutas, pero fue el mejor modelo que pude haber escogido. Era mágico. Ellos iban a pintar una naturaleza muerta.

Luego cada uno en su caballete, con paleta de pintor en mano,se desenvolvieron como sólo lo sabe hacer un niño. Espontáneos, sencillos y asertivos.
Por mientras, mi preocupación era atender las preguntas de cada uno, ver sus dibujos, sus pinturas, sus manitas manchadas, las pinturas volcadas en el suelo, el agua, que tan acertadamente las tías habían repartido a cada uno pero en una cantidad mínima, sino el desastre habría sido mayor...
Fue genial, abrían sus ojitos orgullosos de lo que hacían.
-¿Los podremos llevar a nuestras casas?  _ me preguntaban ilusionados.
- Tía Marcela, ya lo hice, mira....
- Mira tía Marcela, yo hice celeste, ¡hice celeste!

Fueron cosas que descubrieron los pequeños.

Yo descubrí la tremenda paciencia, amor y dedicación que tienen estas tías, que día a día les enseñan a estas criaturitas sedientas de respuestas y de nuevas aventuras.
Creo que es algo que todos sabemos, pero otra cosa, créanme es sentirlo en la piel.
Otra cosa es sentir y escuchar a un niño que no es tu hijo y que pone toda su inocencia y espectativa en algo que admira y espera de tí.
Otra cosa es contestar no a dos o tres, sino a quince o más a la vez y hacerlos sentir que los has escuchado y respondido.
Otra cosa es tomar la conciencia de cómo estas "esponjitas" piden y piden todos a la vez.
Otra cosa es mirarles a los ojos y entender cómo se sienten, cómo gozan y cómo se sobreponen a lo que no les resulta fácil.
Fue una bendición ese día para mí captar sus ojitos.
Fue maravillosa la alegría que tuve cuando me querían besar con tanto cariño.
Fue increíble sentirme escuchada e incentivada por esos niños, de cuatro y cinco años que admiraban algo que yo les venía a mostrar.
Fue una experiencia que no voy a olvidar.
Fuí yo la que al fin aprendió cuando fui a enseñar.
Aprendí cómo tengo que valorar lo que soy, lo que puedo ser para unos ojitos inocentes, entre los cuales también estaba mi hijita.
Aprendí cómo puedo aportar algo, tan sencillo para mí, en dar algo más a todo lo que dan día a día las Tías Tere y Paty.
Me siento profundamente afortunada.