miércoles, 26 de mayo de 2010

Ginger y Melanie

Ginger y Melanie eran hermanas.
Tronco largo, patas cortas, arrugaditas, pequeñitas, de un adorable color miel.
Quiltras, absolutamente quiltras.
Eran hijas de la Pinina, la perra de mis suegros que además de promiscua era muy fértil así que cada seis meses uno se hacía la idea  de regalar a lo menos una docena de lindos perritos... perritos multicolores... es que la Pinina es de gustos amplios jeje.
El caso que en una oportunidad yo me dije a mí misma:
_Misma:  tengo espacio, los niños aman los cachorros, más vale tres ladridos que uno (la Jo) ...
hay ratones, muchos de ellos, y la Pinina es cazadora... quizás uno de sus cachorritos sea cazador... y a lo mejor una cachorrita, que todos sabemos que los machos no cazan salvo las siestas y sus platos de comida...

Bueno las ideas iban y venían pero con lo que yo no contaba era con la sensibilidad, porque le dije a los niños que me llevaran a conocer a los perritos y .... no me llevé uno, ni una..... me llevé dos, y dos cachorritas!!!!
Todo esto muy bien justificado por los ratones, obvio, por lo lindas, y que eran hermanitas, ¡cómo las íbamos a separar!...
eran las útimas que quedaban, y tan arrugaditas, mezcla de salchica con perrito arrugado de esos japoneses.. ayyy cómo sería el padre si la Pinina era tan grande como labrador, pero casi con apariencia de caballo...
Bueno, tanto preámbulo para contar que llegaron dos nuevas cachorritas a casa.
Ginger y Melanie.

Ellas también tienen mucha historia.

Vivíamos en la misma parcela donde fue pateada la Jo, así que recordarán que habían unos cuantos potreros alrededor.
Un dia se perdieron las hermanitas, y no las podíamos encontrar. En realidad la Melanie apareció, pero Ginger...
Los gritos de búsqueda sonaban en el espacio del campo.
_ Giiiiiingeeeeer!!!!
- Guuuaaaauuuuu le gritábamos en idioma perruno, por si acaso no nos entendía el idioma humano.
Silvidos, llamados, creo que hasta le ofrecíamos comida con tal de sentirla.
Nada.
No aparecía la Ginger.
Tuvimos que entrarnos a casa obligado, ya anochecía,  no se veía mucho afuera y a esas alturas yo temía encontrar el cadáver y no iba a permitir que los niños la vieran muerta.
Al día siguiente, lo mismo.
Dimos  vueltas y vueltas, ahora sólo con mi hija mayor, previéndo algo malo... y sentimos un llanto...
¡Es la Ginger!
_ GINGER!!!! DONDE ESTÁS!!!!! GIIIIIIIINNNNNNNNGEEEEEEEEEEEEERRRRR!
Y los auuuu auuuu se sentían cada vez más nítidos...
Ahí estaba la pequeña, en la parcela del lado, en un hoyo.
Pasó que por callejera, fué a explorar a la parcela de al lado. Allí iban a construír una casa, y dejaron las zanjas abiertas (las muertas les llaman los entendidos en construcción de casas) zanjas perfectas para esconder perritos.
Como la Ginger tenía las patas tan cortas, no era capaz de salir de la zanja, asi que se tuvo que conformar con aullar, hasta que la encontramos.
Estaba sana y salva, algo hambrienta, pero feliz.
Nos movía con tanta alegría su colita, tan contenta, nos langüetiaba, saltaba con sus cortas patas, lo que no pudo saltar dentro de la famosa "muerta".
Volvimos a casa, pero lejos, la más alborotada era la Melanie.
Había vuelto su hermana, ella siempre supo dónde estaba, pero la muy lesa no nos llevó a ella... no supo.
Pero fue un final feliz, con la Ginger y la Mélanie y la Jo juntas nuevamente.

El trío dinámico.
Una coja, y otras con patas cortas jajaja.

1 comentarios:

Monica dijo...

Marcelitaaaa... qué historias tan graciosas cuentas. Tienes una forma de narrar muy dulce y humorística.
PRECIOSO EL BLOG.

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