lunes, 24 de mayo de 2010

La Jo

Un buen día, a finales de un verano, estábamos acomodándonos luego de una de las varias mudanzas que llevábamos en el cuerpo, que para ser explícita creo que era como la número 15 de mi vida,  y como bien reza el refrán "casa nueva, vida nueva" llegó de regalo una cachorrita negra, pequeñita, tendría un mes y medio de vida, de regalo para mi Tomás que contaba en esos entonces los siete añitos.
Había llegado la Jo a nuestra vida.
Su nombre verdadero es Josefina, pero la costumbre, la vida diaria y todas esas cosas, la dejaron como la Jo. Salvo que sea para retarla o algo así, nunca es Josefina.
La Jo tiene sus historias.
Resulta que como vivíamos en una parcela, con potreros alrededor, la Jo pronto, cuando el porte la acompañó, se fue a experimentar la vida, a conocer los alrededores, a desaparecer durante horas, a llegar sólo a tiempo para su comida (cita a la que jamás falla) y a matar las gallinas del vecino. Así no más fue. Tal como lo leen. A la linda le gustó esto de andar matando pollos. 
Pero la historia feliz de la Jo iba a tener un traspié, en el amplio sentido de la palabra.
Un día de callejeo, o potrerío se podría decir,  volvió con una pata muy hinchada y por supuesto cojeando. Todos, pero todos en la familia le preguntamos qué le había sucedido...bueno, la comunicación lingüística no es muy fluída con los perros pero la sensitiva sí, así que llegamos a la conclusión por las caras que nos ponía y por todas las historias que nos contó con sus guaus y guaus, que uno de los animales que circulaban por los potreros, léase vacas, bueyes, yeguas y caballos, la tenía que haber pateado.
Como es de presumir, vino el veterinario un par de veces, siempre esperando que los antiinflamatorios hicieran efecto. 
Resumiendo, perdió la pata. No sin antes una cuota de drama, porque primero perdió la sensibilidad, por esto se hirió y no sintió nada y luego optó por lo peor... autofagia... Bueno, hubo que amputarle la pata y ahora es una coja feliz. 
 Lo bueno es que se adaptó muy bien a sus tres patas. Corre como el viento, mejor dicho corría, porque ahora, algo más vieja y gorda, está más flojonaza. 
Lo callejera no se le quitó hasta la fecha. Y como dice otro buen refrán "no hay que enseñarle trucos nuevos a perro viejo", o el que le queda mejor, "el que nace chicharra muere cantando" jeje.




3 comentarios:

Anónimo dijo...

Adoro tus historias, porque eres especial, vives rodeada de gente especial y hasta tus animalitos son especiales. Besos, Pamper

Anónimo dijo...

siempre tan sensible y alegre, me gusta esta historia tragicómica. Un beso, albayvalle

montse dijo...

..me gustan tus historias destacan en ellas tu sensibilidad en esos sentimientos tambien plasmados en palabras escritas y ademas llenos de alegria por las experiencias vividas.
De lo malo que le paso a Jo al perder la pata, enseña la fortaleza a seguir adelante como si nada asi son los animales de admirables.
besos con cariño

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